enero 21, 2015

Besos prestados (Una historia basada en hechos reales)


Mírame- le dijo Chico toscamente. Le agarró con su mano las mejillas y le estampó un beso rudo, obsceno, sobre los labios. Ella sonrió apenas y lanzó una dura mirada a la otra joven que, sentada sobre el segundo muslo de Chico, reía a carcajadas.

Chico, en su rol de macho dominante, la hizo callar con los ojos. La muchacha, muy bonita, de amplias cejas y pelo espeso y negro, como pidiendo perdón, acercó su boca a la del joven y le regaló un beso profundo, acompañado de llamativas caricias y expresiones solapadas de placer.


-John, cuando lleguemos vamos a formar la fiesta- le espetó Chico al otro joven del grupo que entre la multitud apiñada en el ómnibus, trataba de sostenerse medianamente cómodo hasta el final del trayecto.

A Chico poco parecía importarle que al lado de su harén viajara un trabajador cansado. O que quienes viajaban en la guagua, atestada de personas, nos enterásemos del sexual espectáculo que frente a nosotros ellos regalaban. Para Chico y compañía el mundo les pertenecía, era suyo, sin límites ni frenos.

Las jóvenes discutían, se lo disputaban. Parecía una competencia para definir el beso más sucio, más indecente. Cercanas a los 20 años, no eran indiferentes a las reacciones que provocaban en el sorprendido auditorio, motivo por el cual exageraban cada acción, cada grito, cada beso prestado.

¿Qué mueve a algunos jóvenes en Cuba a permitirse tan alta falta a nuestra moral, a nuestro respeto? ¿Cómo no pudo alguien en el ómnibus reclamar el fin de la triste escena? ¿Dónde están los límites de la vergüenza en esas jóvenes? ¡¿Esa es la modernidad, la rebeldía del momento!? No lo creo.





Por mucho que piense, y aunque desdeñe la monogamia y apruebe la capacidad que por derecho tienen las parejas de escoger el modo de relacionarse, no me imagino besando a dos mujeres sentadas sobre mí en medio de una guagua. No me imagino el pudor de mi padre al ver tal suceso. No quiero ni pensar en mi hermana sentada sobre el muslo de un machango robándole el aliento. No me lo puedo permitir.

¿No hay espacios para la recreación sana? ¿Qué hacen los jóvenes en Cuba para pasar el tiempo? ¿Cómo hemos llegado hasta eso? o, quizás mucho más alarmante, ¿hacia dónde vamos a parar?

¿Son inútiles las campañas de prevención, los mecanismos de comunicación, la educación en las escuelas y la comunidad? ¿Dónde están los padres, la familia, los valores?

Chico no tiene la culpa. Él es el resultado de más de una década de decadencia de los valores más elementales en Cuba. Una etapa en Cuba que ha permitido aflorar y enraizarse a la indiferencia, a la desidia, la impunidad.

A él claramente le gustaba el rock, y tenía el pelo largo y descuidado. Debía desconocer lo que pasaba en esos días por el mundo y en su Isla, y casi me atrevo a afirmar que el dinero que manejaba procedía de negocios turbios.

Yo, no lo niego, soy fanático de Nightwish, Guns N´ Roses y Metallica, bien lo pueden corroborar mis amigos. En muchas ocasiones la barba y el pelo sobre la cabeza crecen de más y paso varios días sin ver el noticiero. Pero soy capaz de discernir que estoy haciendo, de respetarme y respetar.

Soy capaz de amar a mi mujer sin necesidad de calzar sus besos con otros, besos prestados e impúdicos.

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