enero 19, 2015

Cocodrilos de Matanzas: Más allá de un ¿eterno? segundo lugar...

Foto: Abel López Montes de Oca
Ya no resulta noticia el subcampeonato alcanzado por los Cocodrilos en la 53 Serie Nacional de Béisbol, ni las recientes declaraciones de su manager Víctor Mesa, que estará otro año al frente de la nave roja. Ahora en Matanzas ya pocos quieren hablar de pelota, y solo el virus de la desmemoria nos corroe, al lamentar la oportunidad perdida de coronarnos campeones. 

Sí, es cierto. Perdimos una final en la cual se definía más que un año de duro esfuerzo, entrenamiento y pasiones. Desaprovechamos la oportunidad para regalarle a esta tierra una de las mayores alegrías que puede tener el cubano. Pero, no obstante ese muy bien ganado y meritorio segundo lugar, aún existen muchas preguntas por responder: ¿Nos fallaron Víctor y sus muchachos? ¿Cuánto más pudieron hacer por el triunfo? ¿Qué que da para la venidera campaña, además del inmenso compromiso? ¿Cuánto podemos hacer para que sepan qué orgullosos nos sentimos? 

Tan acostumbrados estamos, creo yo, a exigir el triunfo, que se nos olvida que el béisbol es un deporte de alta frecuencia, de imposibles predicciones. Nunca se conocerá cuál será el desenlace de un enfrentamiento hasta que no se cante el out definitivo… así sucedió esa noche fatídica, mientras miles de matanceros cifrábamos las esperanzas en Ariel Sánchez, y permanecíamos como piedras abrazados a la imagen del telerreceptor, o mudos en el estadio, ante la visible alegría de los pinareños, hasta el doloroso último swing fallido. 

Más allá de análisis estrechamente deportivos, este equipo de muchachos, esa generación de peloteros y su colectivo de dirección, encabezado por su polémico e irreverente director, que no ofrece ni pide tregua sobre el diamante, merece todo el respeto de la afición y de los amantes del béisbol. 

Aunque no lograron el objetivo primario de la frase ¡Va mos por más! –entiéndase el campeonato, y nadie en Matanzas está más apesadumbrado que ellos por eso–, fueron capaces de consolidar al conjunto entre los más estables y mantuvieron el podio alcanzado en la anterior campaña. Si bien no hubo avance, tampoco existió retroceso. 

Para la afición matancera, a pesar de los chanchullos periodísticos vividos durante toda la 53 Serie Nacional, demostrado cada día en un tratamiento mediático subliminalmente adverso y provocativo, arengas negativas de todo tipo y ataques personales contra su máxima figura y algún que otro destacado atleta, sabernos allí, entre los mejores del béisbol en Cuba, debe resultar un orgullo, máxime si recordamos cuántas personas acudían, hace tres años, al Victoria de Girón. 

La decepción por la derrota frente a Pinar del Río no puede amedrentarnos las esperanzas, ni negar toda la alegría vivida durante los últimos meses en el coloso de Matanzas. Jornada tras jornada, de victorias y derrotas. De malas decisiones y acertadas jugadas. 

El camino hacia la gloria se construye con trabajo duro, energía y también, por qué no, con suficiente madurez y entereza, esa que te da los nervios de acero, como los de Alfonso Urquiola y el equipo de Pinar del Río, para saber ganar su décimo campeonato.

 Así sucedió con los Tigres de Ciego de Ávila, quienes año tras año fueron escalando posiciones, consolidando su juego, hasta el alegrón final en el José Ramón Cepero. 

Ya llegará la 54 Serie Nacional, y con ella nuestros Cocodrilos. Quizás con las ganas más acentuadas para levantar el trofeo y desterrar el vano augurio de permanecer, junto a Víctor, anclados a un eterno segundo lugar.

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